AQUELLOS REINOS
En algún momento de nuestra vida, existen lugares que se convierten en reinos. Cuando tenía doce años mi reino estaba a unos doce pasos: diez en línea recta, dos a la derecha. Una vez dentro me internaba en un paraíso de todo aquello que estaba por ocurrir. Y es que el escenario que rodeaba a mi imaginación era perfecto: todas las ropas soñadas en mi todavía cuerpo de niña pero que, sabía, a buen seguro dentro de muy poco iba a poder usar. Dibujos a lápi z de Robert Smith o Clark Gable y Vivien Leigh. Todavía recuerdo esa maravilla. Tenían un realismo impresionante. Al abrir el armario empezaba la magia para una preadolescente: abrigos negros hasta los pies, jerseys de terciopelo, botas de tacón altísimas y camisetas de todos los colores. Todo ello abarrotado de posters y citas varias. Convivían en el abigarrado espacio el rubio de oro mucho antes de convertirse en matazombis o de encarnar al perfecto y musculado hombre griego con frases de película. (…) “porque mi voluntad es