Si algo tiene la condenada es lo altamente contagiosa que resulta. Es desencadenarse y, tan rápida como un reguero de pólvora, arrasar por donde pasa. Eso y el don de la oportunidad, claro.
Por supuesto, tiene predilección por lugares como velatorios y funerales. Me estoy viendo a mis 13 años haciendo frente a la primera muerte familiar y, entre llantos entrecortados y un continuo
hilillo acuoso de moco incontrolable, cruzar una mirada furtiva con mi primo Raúl, llorando sin consuelo como yo y, en pleno velatorio de nuestra abuela paterna, estallar en risa nerviosa. Cosa que también ocurrió unos años más tarde, ya en nuestra veintena, esta vez sin llantos evidentes y despidiendo a nuestro abuelo, pero igualmente riéndonos ruidosamente tras establecer contacto visual entre los bancos de la iglesia. Aún recuerdo los codazos de mi hermana pero, es que, era de verdad imposible no reírse escuchando a la mujer que, afanosa ella y con una voz de pito penetrante, entonaba eso de “Corodero de Diossso, que quitaseel pecadodelemundooo” al más puro estilo Apu Nahasapeemapetilon (sí, he buscado el apellido, y no he podido resistirme a escribirlo).
En fin, por no extenderme en esta categoría de risas nerviosas despidiendo a nuestros difuntos, recordaré brevemente también el momento en el velatorio de nuestra abuela materna con mi prima Ana. Entre entrañables frases dedicadas a su cuerpo sin vida rememorando nuestros momentos con ella, coronamos el último adiós con una inoportuna y desahogante risa.
Sin duda una de mis favoritas es la que nos obliga a sujetarnos el estómago, cerrar los ojos intensamente y que es incluso capaz de provocar lágrimas. Me encanta porque normalmente aparece con personas con las compartes sentido del humor y te deja para siempre un gran recuerdo.
Como dicen los expertos, la risa es un mecanismo de defensa natural que nos ayuda a relajarnos ante diferentes situaciones de la vida y, si hay una de la mía en la que no falla, es cuando trato de controlar mi a veces irrefenable vergüenza y mostrar en público una habilidad, como cantar, o al hablar ante varias personas.
Pero mi favorita de todas es la que aparece después de la tormenta. Cuando ya no hay más lágrimas y, de puro absurdo, estallamos en carcajada. Esa y el sarcasmo que esconde un reír por no llorar.



Fotograma "Un funeral de muerte"




Comentarios

Entradas populares de este blog

Omar