Si me encontrase contigo, volvería a decírtelo. Una vez más.Sé que a veces andabas cabizbajo -o eso creo intuir- y te afectaban las acciones de otros. Como ocurre con quienes se preocupan de corazón de los demás y buscan mil y una maneras de hacer de este sitio un lugar que merezca las ganas… Te he visto. Aunque entonces era pequeña para entenderlo del todo. Pero te ví y lo sentí. Lo supe. Como pasó en nuestras clases algunas veces. Supongo que quizá en tu lucha por llegar a un grupo de chavalines con sus ritmos, sus historias particulares y el intenso día a día con otros docentes y mil y una preocupaciones del mundo adulto.

Lo supe entonces y también la última vez, cuando te vi en el autobús hace unos pocos años, ensimismado, metido de lleno en tus pensamientos… No advertiste mi presencia, así que me acerqué y te saludé. Me identifiqué y te acordaste de mí... Sonreíste entonces y pude decírtelo. Que, GRACIAS a ti, supe, entre otras cosas, en qué se diferenciaban una ópera de una opereta. Cómo olvidar aquellas amenísimas clases en las que escuchábamos piezas y géneros musicales de lo más variopintas y tú cerrabas los ojos con una media sonrisa y, al terminar la canción, concluías con un entusiasta: “¡Sí, señor, preciosa canción donde las haya…!

Fuiste también el artífice de días sosegados dentro del alboroto propio de un buen puñado de preadolescentes en plena ebullición al recordarnos que, chicas, chicos, éramos iguales en sentimientos, pensamientos y libertades y que todos debíamos respetarnos y escucharnos por encima de todo los unos a los otros. Y que nuestras diferencias solo enriquecían el camino.

¡Provocaste en mí las ganas de llegar a casa y abrir los libros! ¡De leer tus apuntes y querer interiorizar todo aquel sinfín de ideas interesantes que hacían mi pequeño mundo querer ensancharse hasta el infinito con las alas que nos diste!

Ojalá siempre hubiera sido así. Ojalá siempre encontrarse con quienes se hubieran preocupado por meternos el gusanillo de la alegría y la motivación por aprender.

Cómo olvidar las representaciones de los tribunales de la Revolución Francesa o el trivial humano con un dado gigante con preguntas de historia que inventaste para la ocasión...

Pasan los años y cada día recuerdo y me recuerdo a mí misma la importancia de intentar no perder jamás ese brillo por la ilusión de lo cotidiano, por pequeño que pueda parecer...


¡GRACIAS, GRACIAS y GRACIAS, JR! Ojalá nunca pierdas tú el brillo con el que conseguir hacer a los demás resplandecer y querer ser lo que nos pellizca el alma.



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