---LA TARDE SE ESTIRA---



Natillas, chocolate, kiwi, melocotón, coco, fresa ácida... Los dos primeros se llevaban la palma. Tanto que, eran los favoritos en la lista. Adquiridos en una tienda que, lo mismo vendía latas de Coca-Cola que jabón de trozo o pastas de canela y bollería varia. Con hormigas incluidas. Sí. Era lo que tenía ser una pequeña tienda de barrio de esas con puerta chirriante a ras de calle. Y con olor a harina de panadería. Y polvo y restos de migas en el mostrador.
Esos chicles se alargaban como no recuerdo que lo hicieran otros. El sabor era intenso al principio y, probablemente pronto, más de lo que mis recuerdos infantiles quieren retener, se agotaba. Pero las pompas que podías hacer con esa masa harinosa no eran desdeñables.
Se estiraba el chicle, como se estiraba la tarde. Mamá leía un libro, por la época apuesto que de Noah Gordon o en línea similar, y fumaba un cigarro en el salón disfrutando de los pequeños placeres que tres hijos, ya encaminados a la adolescencia, le dejaban exprimir. Tregua de griterío. Tardes tranquilas de disfrute con el festín de azúcar y goma de mascar para nosotros.
En el hall, el tic-tac constante del reloj de pared y su sonido del Big Ben a las horas punta. Mi silla giratoria dando vueltas y mi cuerpo menudo cabeza abajo con los ojos cerrados simulando una atracción de feria. Mochila y tareas sobre la cama. Pueden esperar un poco más. La tarde se estira.
De fondo en la cocina mamá encendiendo fuegos, quizá preparando algo para la cena, o un café de media tarde.
La tarde se va agotando mientras, sobre mi mesilla reposan en una bolsita de plástico, los envoltorios de chicle con sus brillantes colores. Mis mandíbulas cansadas de tanto mascar que, por hoy, ya han tenido suficiente ejercicio rumiante...
Mamá ya no fuma- hace años que pasó a integrar parte del club de los ex-fumadores convencidos y, como suelo recordarle a veces en tono jocoso, más intolerantes a los humos que nadie- los chicles están descatalogados, lo más probable es que me maree si me subo a una silla con ruedas. Pero, ¡ah!, si diera con esos chicles... Compraría un arsenal.
pd sigo siendo rumiante. Hay cosas que no cambian

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Omar